Veo las fotos de aquellos días en aquel lugar, cuantas veces no estuve allí con mi familia y seres queridos. Cuantas sonrisas formaban parte del día a día, que si se escucha bien estoy segura todavía se podrán oír. Puesto el aire se enamoro de aquella dulce melodía, se las apodero y las guardó para llenar la atmosfera de felicidad. Cuanto amor se podía respirar, en cada suspiro se podía sentir. Cuantos sueños y recuerdos quedaron atrapados en aquel lugar, alejado de la realidad, donde se podía descansar y otros sueños crear. Cuantas anécdotas e historias podría en este momento contar, como la vez que jugábamos póker y apostábamos dulces. O la vez que corríamos en la piscina, puesto no podíamos esperar a que se llenara. O cuando veíamos extasiados desde la calurosa cocina aquella misteriosa luz, que por cierto nunca supimos de donde provenía. También están aquellas noches donde no parábamos de platicar, hasta las ranas hacían lo mismo en aquella piscina donde innumerables veces nadamos para refrescarnos del calor. No he de olvidar las incontables veces que Luciano molestaba a todos incluyendo al chivo, correteaba por todos lados y las camas babeaba. Pero lo que nunca se me podrá olvidar es cuando deje de escuchar el viento que transportaba las sonrisas y me encerré en un mundo de agonía, soledad y tristeza. Como quisiera poder regresar, reconstruir los momentos en aquel lugar. Pero he de aceptar que es una batalla perdida, solo me queda recordar los buenos ratos, y de ahora en adelante apreciar y disfrutar cada segundo no importando el lugar.