Por ese balcón que tantos sueños encerraba, mas casi nunca se visitaba, veía como las hojas de aquellos viejos robles caían. Suspirando ella repetía hoy será uno de esos días. Esa sensación tan conocida, difícil de ignorar, una vez más sentía que la monotonía la alcanzaba, que caminaba en círculos y al mismo sitio volvía a llegar. En un día tan lindo, y ella tan aburrida, no había duda era uno de esos días. El teléfono miraba, ninguna llamada; las horas pasaban, todo parecía tan normal, pero ella buscaba algo peculiar y especial. Algo que la hiciera vibrar, que de un salto la hiciera brincar, una emoción que la hiciera bailar, algo que la hiciera olvidar que hoy era uno de esos temidos días. Solo le quedaba esperar, pues el día estaba a punto de terminar.
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